Anna Magnani y Tennessee Williams reviven en la calle Corrientes

De 15/2/13

Cine

Anna Magnani y Tennessee Williams reviven en la calle Corrientes

Anna Magnani y Tennessee Williams reviven en la calle Corrientes

Virginia Innocenti y Osmar Núñez se introducen con sinceridad en las pieles de Anna Magnani y Tennessee Williams en "Noches romanas", una cuidada puesta de Oscar Barney Finn, a la que sin embargo le sobran minutos.


La mayor actriz de Italia en el siglo XX y el dramaturgo estadounidense entablaron una amistad de más de dos décadas, interrumpida por la muerte de ella en 1973, que el teatrista Franco D`Alessandro despliega en forma cronológica a través de varios cuadros.

Así se sabrá de la soledad esencial de ambos, aun ricos y famosos, ella con diferentes amantes y un hijo con poliomielitis, él homosexual y maltratado por una madre terrible, y con mucha facilidad para rendirse al alcohol y a los ansiolíticos.

El disparador será la redacción de "La rosa tatuada", que Williams pensó como vehículo para Magnani dada la admiración que la actriz le proporcionaba y que provoca uno de los primeros encuentros en el piso romano de la diva.

"La rosa tatuada", que se filmó en Hollywood y en inglés, dirigida por Daniel Mann, le dio a Magnani el Oscar de la Academia a la mejor actriz en 1956, entre numerosos premios, pero sus problemas con el idioma le impidieron representar su papel en las tablas.

Williams venía de ganar su primer Pulitzer por "Un tranvía llamado Deseo", y ya era un triunfador señalado por algunos como el heredero de Eugene O`Neil, más en forma que en contenido, aunque guardaba un perfil de inmadurez que le duró toda la vida.

En esos tiempos tuvo a su único compañero de vida, Frank Merlo, quien había intentado ser actor aunque en la mayoría de sus trabajos figura como "uncredited", y en las biografías oficiales aparece detrás de Williams como secretario o "personal manager".

El leal Merlo, de origen siciliano, era más joven que el dramaturgo y fue muy apoyado por Magnani en aquellos tiempos donde el tema gay era tan espinoso, pero igualmente Williams no perdió la oportunidad de mantener encuentros con otros hombres.

La falta de relación sexual entre Magnani y Williams -aunque hay una pulsión erótica, que el director Barney Finn subraya en algún momento- es lo que transformó el vínculo en algo muy intenso, casi de madre e hijo, donde la potencia de una y la flojedad intrínseca del otro hicieron la correspondencia.

La traducción de Hugo Zanón no elude el voseo y eso no traiciona el espíritu casi chejoviano del asunto, donde las vaguedades se mezclan con referencias a figuras y hechos del fuera de escena -la madre y la hermana de Williams, Roberto Rossellini, Luchino Visconti, Marlon Brando- y las intervenciones en italiano de la actriz.

Allí radicaba el peligro de una sobreactuación muy a la manera de intérpretes locales de prestigio, pero por fortuna Virginia Innocenti creó una Magnani fuera de la "macchietta", con la misma autoridad que compuso en 2010 a una Tita Merello absolutamente humana.

Si bien es explícita en cuanto a sus amores, su criatura deja el erotismo como para otro momento y con otras personas, como quien -salvo en aquel instante- está segura de esa amistad con el escritor, que no irá más allá.

Osmar Núñez se entrega al dramaturgo como un medium, elegante, vulnerable, confianzudo con la única persona en el mundo que podría serlo, y logra otro de sus grandes trabajos junto al Heidegger de "Un informe sobre la banalidad del amor".

Para Oscar Barney Finn, "Noches romanas" es su mejor dirección de los últimos años, con delicadezas de observación y un adecuado desplazamiento de personajes, además de contar con venturosos trabajos de Alejandro Mateo en escenografía y Mini Zuccheri en vestuario.

"Noches romanas" se ofrece en la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543, de jueves a sábados a las 20.

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